David J. Skinner

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Relato - El regalo

Andrés sacó las llaves del portal varios metros antes de llegar, y durante los últimos pasos se dedicó a jugar con el pequeño llavero que había recibido como regalo hacía tantos años. Abrió la maciza puerta de madera y se introdujo en la oscuridad del interior con la naturalidad que acompaña a los actos reiterativos.

Esta vez, sin embargo, no sería como las demás veces.

Ya antes de pulsar el interruptor e iluminar el pasillo, le pareció ver un pequeño bulto junto a la puerta de su casa. Algo cuadrado, pequeño e inmóvil.

—¿Qué…? —Era una caja envuelta con una cinta roja, como si se tratara de un regalo. Miró alrededor, como esperando que alguna persona apareciese tras una de las puertas anteriores a la suya felicitándole erróneamente por su cumpleaños. Llegó hasta la caja sin que ninguna puerta se abriese y se agachó junto a ella.

Descartado el falso cumpleaños, las opciones eran pocas. Por su cabeza pasaron decenas de películas en las que un personaje abría una misteriosa caja para terminar volando en mil pedazos, o bien descubría en su interior alguna parte del cuerpo de un ser querido. Pero él no tenía seres queridos, después de todo, ni tampoco creía que nadie se tomara el tiempo y la molestia de fabricar una bomba para acabar con su vida, habiendo formas más rápidas y económicas. Así pues, ¿qué podía hallar dentro?

Solo había una forma de descubrirlo.

Desató el lazo con más facilidad de lo esperado y se dispuso a levantar la tapa. El corazón, cuyo ritmo ya había aumentado antes, ahora parecía querer salir cabalgando de su pecho. Respiró profundamente antes de mirar el interior.

Nada.

La movió con brusquedad un par de veces y acabó volteándola, sin obtener ningún resultado. En lugar de calmarle, la inesperada vacuidad resultaba más inquietante que cualquier cosa que pudiera haber encontrado dentro. ¿Qué significaba aquello?

—¿Es alguna clase de broma? —gritó, volviendo a mirar en dirección a las puertas inmóviles—. ¿¡Es una broma, hijos de puta!?

Lanzó la caja contra una de las puertas, sin conseguir otra cosa que un leve sonido de cartón contra madera.

—¿Andrés?

Era una voz de mujer. Su voz.

—¿Cecilia? —preguntó tímidamente—. ¿Eres tú?

No podía tratarse de ella. Aunque, la verdad, sonaba igual que ella.

Se acercó hasta el origen de la voz, que no era otro que la propia caja vacía. Los latidos eran ahora tan fuertes que notaba cómo las venas de todo su cuerpo parecían a punto de estallar; la cabeza le dolía, y las piernas apenas eran capaces de obedecer sus órdenes. Con esfuerzo, logró llegar hasta la caja y se agachó junto a ella, recogiéndola de nuevo.

—Es ahora o nunca —dijo otra voz, esta vez de hombre. No fue capaz de reconocer de quién se trataba, a pesar de que le resultaba familiar. Mientras giraba el objeto entre sus manos, la luz comenzó a atenuarse en el pasillo. No se apagó de golpe, como era habitual, sino que le pareció ver tentáculos negros que dejaban tras de sí un rastro aterrador de negrura.

Porque sí, Andrés sintió miedo ante la oscuridad que parecía querer engullirle. Una vez más pudo escuchar a Cecilia —estaba seguro de que se trataba de ella—, si bien las palabras resultaban lejanas, incomprensibles. Las manos le temblaban, y poco faltó para que dejase caer la caja. En lugar de eso, observó su interior una vez más. Había algo dentro, después de todo; podía ver una pequeña sala con diminutos individuos moviéndose en su interior. Y había una luz.

Notaba el frío que trasmitían las tinieblas que estaban cerniéndose sobre él, exhortándole para que saliera corriendo y dejase aquel objeto. Sabía que si entraba en casa todo estaría bien. Y, aun así…

—¡Cecilia! —gritó con fuerza— ¿Puedes escucharme?

La oscuridad le envolvió. Era el fin.

—Te escucho, mi amor.

Abrió los ojos con esfuerzo. Se encontraba en aquella sala, que ya no era pequeña, junto a un hombre sonriente con bigote y pelo escaso, vestido de médico. A su derecha se encontraba Cecilia quien, a pesar de tener lágrimas en los ojos, también mostraba una sonrisa.


(Este es uno de los ejercicios que Literautas propone. Podéis ir a la página de su grupo en Goodreads en Goodreadshttp://www.goodreads.com/group/show/105356-literautas, o a su blog en http://www.literautas.com/es/blog/)

viernes, 22 de agosto de 2014

Relato - El atraco

Todo sucedió muy deprisa, o eso me pareció a mí. Era casi la hora de cerrar la sucursal; solamente quedaban cuatro clientes dentro cuando entraron los dos individuos encapuchados.

—¡Al suelo, joder! —fueron las primeras palabras del que iba en cabeza, mientras levantaba el revólver que llevaba en la mano derecha.

Marta, la nueva becaria, fue la única que se mantuvo en pie tras el grito, levantando las manos. Los demás no dudamos ni un instante en obedecer la orden del asaltante.

—¡Tú, puta! ¡He dicho al suelo!

La miré. Estaba temblando, completamente paralizada por el miedo, e incapaz de seguir aquellas sencillas instrucciones. Temí que ese tipo utilizara su arma contra ella, así que me decidí a hablar.

—Obedeceremos, tranquilo —le dije, sin atreverme a levantar la vista en su dirección—. Déjame que la ayude a tumbarse, ¿de acuerdo?

Tras un tenso silencio, el atracador consintió en ello. Intentando hacerlo de la manera más lenta posible, me levanté y avancé en dirección a Marta. Sus ojos se cruzaron con los míos, aunque parecía incapaz de mover ni tan siquiera la cabeza. Le puse una mano en el hombro antes de hablar.

—No va a pasar nada. Si hacemos lo que nos dicen, seguro que todo irá bien.

Logró asentir con cierto esfuerzo, y comenzó a bajar los brazos a la vez que esbozaba algo que podía pasar por una sonrisa. En ese instante, lo juro, yo estaba convencido de lo que acababa de decir.

Me equivocaba.

—¡Eh, tú! ¿Qué coño haces?

Me imaginé cómo el revólver me apuntaba a la cabeza, con un dedo ansioso a punto de apretar el gatillo. Cuando me di la vuelta, la realidad era otra: el segundo atracador había sacado también un arma —una pistola—, y apuntaba hacia el suelo. Uno de los clientes sostenía un pequeño teléfono móvil, quién sabe si con la intención de realizar una llamada o de hacer una fotografía. Sea como fuere, aquello no le había gustado nada al hombre de la pistola, que parecía más que dispuesto a usarla en breves segundos.

Ambos llevaban pasamontañas, lo que hacía que sus voces sonaran ahogadas. Eso, sin embargo, no impidió que reconociera la voz de quien acababa de hablar.

—¿Pedro? —pregunté, dándome cuenta de mi error al instante. Dejó de apuntar al del móvil para hacer de mí el objetivo de su pistola. En un arranque de valor, o tal vez de locura, le dije—: No os vais a salir con la vuestra. Lo sabes.

Milagrosamente, mis palabras no hicieron que Pedro disparase sino que bajase el arma y se dispusiera a guardarla. El primer atracador, el del revólver, observaba la escena sin decir nada.

—Vámonos —dijo Pedro.

—¿Irnos? ¿Estás loco? Ese tío te ha reconocido, y si llega a ti…

—¿Y qué quieres que haga, eh? —Pedro levantó la voz.

Eso no pareció gustarle nada al otro.

Le disparó en la cara.

¿Ya había dicho que Marta estaba más calmada? En aquel instante, un agudo grito a mi espalda dejaba claro que los nervios de la mujer habían llegado a su límite. Al mismo tiempo, empezó a sonar la alarma. Supongo que fue Juan quien la activó. El atracador, con el revólver aún humeante, apuntó hacia Marta. Uno nunca sabe cómo puede reaccionar en una situación así. Si me hubiesen preguntado hace un par de días, seguramente mi respuesta hubiera sido que me tiraría al suelo, intentando no ver ni oír lo que ocurría a mi alrededor.

Lo que hice fue interponerme entre el revólver y la mujer. En última instancia, entre la bala y ella.

No fue como un golpe, ni como un pinchazo; más bien, como una quemazón intensa y rápida en el pecho. La alarma seguía sonando, ahogada por los gritos cada vez más fuertes —eso pensé, al menos— de Marta. Creo que escuché sirenas, golpes, más disparos… Pero aquello cada vez quedaba más y más lejos de mí.

Porque, cuando todo terminó, yo ya estaba muerto.


(Lee más o participa: http://www.goodreads.com/topic/show/1374315-ejercicio-de-escritura-10-el-narrador-testigo#comment_104278560)

viernes, 25 de julio de 2014

Sobre "August. Pecado mortal"

Sé que siempre es más cómodo ver un vídeo que leer una entrada de blog. Yo no me veo haciendo entradas de vídeo, lo admito, pero sí que puedo poneros un par de cosas por aquí que sirven como presentación de mi recién publicada novela "August. Pecado mortal" (finalista en el III Premio Oscar Wilde de Novela).

Por un lado podéis escuchar de primera mano cuál es la historia de August, y qué pretendo contar.

Por otro, tenéis el trailer del libro (con subtítulos y todo, si queréis activarlos).

Entre ambas cosas sabréis a la perfección si este libro puede ser de vuestro gusto. ¿Cómo adquirirlo? Por supuesto, en la página web de la editorial (http://www.mareditor.com/narrativa/August_DavidJSkinner.html) lo tenéis, al igual que en Amazon, Casa del Libro, El Corte Inglés y en vuestra librería habitual (si no tienen unidades, siempre podrán pedirlas).

Disfrutad de los vídeos y, si ese es vuestro deseo, también de la novela.

(pongo bajo los vídeos el enlace a sus páginas, por si tuviesen algún problema de visualización)


http://www.conoceralautor.com/libros/ver/NDk3Mw==


http://www.youtube.com/watch?v=QBjJ7FQEatI

lunes, 19 de mayo de 2014

Creación de una novela negra

Índice



EL NARRADOR Y EL TIEMPO


alt="corrección"No hay un método estándar para crear una novela negra. Ni el tiempo verbal, ni la persona o tipo de narrador. Ahora bien, es importante saber cuáles son las ventajas y los inconvenientes de cada método y poder, así, elegir lo que mejor se adapte a la historia que queremos contar.


En general, sabemos (?) que el protagonista no acabará muerto. Esto nos permite usarlo como narrador, en pasado. Un narrador en primera persona es un elemento especialmente útil cuando queremos ocultar información al lector, siempre sin mentirle, porque la percepción de la realidad de ese personaje no tiene por qué corresponder con la realidad, en sí misma. Un claro ejemplo lo tenemos en uno de los capítulos de “Inferno”, de Dan Brown. Quienes lo hayan leído saben a qué me refiero, aunque este ejemplo en concreto sí es un intento de “marear” al lector, según mi opinión.

Un narrador en tercera persona, en especial uno omnisciente, ayuda a que el lector pueda observar la narración desde fuera, como si se tratara de una película. Claro que, a mayor cantidad de información, más difícil resulta que no descubra algo que no queremos a no ser que lo ocultemos a propósito. Esto no es muy recomendable, porque el lector pensará que le estamos “tomando el pelo”… y tendrá buena parte de razón. Si decimos que “Pepito sintió lástima cuando vio el cadáver de Juanito”, para más adelante decir que, en realidad, sintió lástima de no haberle matado él, nos pongamos como nos pongamos estamos mintiendo al lector. En lugar de eso, tendríamos que decir algo como “Pepito bajó la cabeza al contemplar el cadáver de Juanito, y una lágrima resbaló por su mejilla”. Ojo, porque si hablamos de apariencias, debemos hablar SIEMPRE de apariencias, no según nos interese. O sabemos qué sienten los personajes, o sabemos qué muestran; lo de ir alternando también sería un burdo intento de falsear la realidad.


LOS PERSONAJES

pluma-y-tinta-para-escribir2Una vez decidido el narrador y el tiempo (lo más habitual es observador omnisciente y pasado), hay varias cosas más a tener en cuenta. Aunque no es imprescindible, en una novela negra es especialmente de agradecer que exista un héroe y un villano. Con matices. El protagonista puede ser una malísima persona, ahí no habría problema (no en género negro), pero el antagonista tiene que ser verdaderamente ruin. El lector debe elegir un bando, y queremos que elija el del protagonista; por tanto, su adversario tiene que ser cien veces peor.

Si habláramos de otro género, como podría ser fantasía o terror, la evolución de los personajes podría hacer que los malos se volvieran buenos, y viceversa. En novela negra, los malos son igual de malos durante toda la narración, y los buenos… suelen acabar muertos. Lo normal es que estas novelas se desarrollen durante un periodo corto de tiempo, y nadie cambia radicalmente su forma de ser en una semana.

Continuando con los personajes, una novela negra sin un protagonista con alguna adicción… es rara. Las hay, y muy buenas, pero los conflictos internos del protagonista son de las cosas que más juego dan, mientras intenta resolver el asesinato, el robo, o simplemente vengarse de alguien. Usar personajes arquetípicos también ayuda a que el lector pueda identificarlos con más rapidez. Vamos, todo son ventajas.


EMPEZAR DESDE EL PRINCIPIO

estudiante-pluma¿Cuándo comenzar la historia? Esta es otra pregunta que aparece en la mente del escritor cuando está a punto de comenzar. Tampoco hay una respuesta buena. Comenzar in media res parece un recurso útil para captar la atención, pero tiene un grave peligro: al empezar a narrar por un punto álgido, el lector espera que la narración vaya en crescendo hasta ahí, y que continúe luego subiendo hasta el final. Por supuesto, la situación que contamos ahí no puede solucionarse simplemente con una carrera, un empujón, o la intervención divina. Imaginemos una escena:

“Paul se encontraba atado en una silla cuando despertó. A pesar de la oscuridad que reinaba en el lugar, pudo distinguir las siluetas de al menos cuatro personas. Intentó liberarse, pero solo consiguió lastimarse aun más el hombro herido.

Cuando la luz se encendió, su mirada pasó rápidamente de un asistente a otro, hasta que se detuvo en la persona que se hallaba más cerca de la puerta. La mirada triste y las lágrimas que salían de sus ojos le hicieron pensar en un cocodrilo, a punto de devorar a su presa. En efecto, apenas unos segundos más tarde, le apuntaba con una pistola, mientras colocaba el dedo en el gatillo.”

¡Oh! ¡Qué tensión! ¿Logrará Paul sobrevivir? (Vale, ya sabemos que sí; es el protagonista). Resulta que empezamos así nuestra historia, para luego retroceder “dos semanas antes”, por ejemplo. Resulta que Paul es un detective contratado por Bárbara, una femme fatale, para encontrar a su marido desaparecido. Tras medio libro de peripecias, Paul se encuentra en la situación que hemos descrito al principio... Y ahora toca continuarla.

Si lo hemos hecho bien, y la tensión por la anticipación de esta escena ha ido en aumento, no podemos defraudar al lector. Para empezar, ¿quién es esa persona que está a punto de dispararle? Supongamos que se trata del marido desaparecido. Quizá, el protagonista se ha liado con la mujer a lo largo de la historia. Supongamos también que, en realidad, el marido (vamos a llamarle “André”) es un peligroso mafioso que se estaba escondiendo de alguna banda rival. Por último, esa banda ha amenazado con matar a la mujer si André no aparece. André, claro, está bastante molesto con el detective.

Claro, podríamos decir que André le amenaza con la pistola, y luego le deja marchar. Mala idea. El lector se va a dar cuenta de que le hemos querido tomar el pelo; esa escena que parecía decisiva, no era más que un reclamo puesto por el escritor.

Maaaaal.

Es curioso que, si no hubiésemos comenzado in media res, lo anterior podría perfectamente ser posible. Un susto, una advertencia, y para casa. Pero lo hemos dado como un punto de inflexión, así que debemos encontrar una solución más adecuada.

Un diálogo entre ambos sí podría ser adecuado. Un lanzamiento recíproco de reproches, preferiblemente amenizados con grandes dosis de sarcasmo, funcionaría muy bien. Un diálogo que podría finalizar de la siguiente manera:

“Tras escupir al suelo, Paul siguió hablando.

—Tan solo me faltaba saber dónde te ocultabas, André. Era cuestión de tiempo que te encontrara, pero el tiempo es un lujo del que Bárbara no dispone. La mejor opción era que tú me encontrases a mí.

En ese momento, André se percató del leve resplandor rojo que emanaba del pasador de corbata del detective.

—¡Larguémonos! —gritó André. Ya era tarde. Una cercana explosión dejaba claro que su escondite había sido descubierto, y el sonido de disparos indicaba que los visitantes no tenían intención de negociar.”

Este sería, por ejemplo, un buen punto de inflexión en la novela. A partir de aquí, André y Paul podrían lograr escapar, aunar fuerzas y conseguir, finalmente, llevar a prisión a los de esa banda. Todo esto mientras el triángulo amoroso hace que salten chispas entre ambos. Puede que al final, André acabe en la cárcel, o muerto, o que regrese con su mujer… Esto ya es totalmente potestad del autor, y todo sería válido por igual. Incluso si Paul muriera (sobre todo, si sus actos han sido especialmente malos), podría funcionar bien.

Por otra parte, aunque esta pueda ser una buenísima manera de cautivar al lector desde la primera página, mi recomendación es empezar a contar la historia por el principio. Con esto me refiero a presentar a los personajes, narrar los hechos que inician la historia, y continuar desde allí, siempre avanzando. Una buena historia bien contada no tiene necesidad de usar artificios para llamar la atención, aunque indudablemente estos harán que luzca aún más.


LA FORMA

escribiendoEs probable que hablar de novela negra nos lleve a pensar en “El halcón maltés”, o cosas similares: historias ambientadas entre detectives y gángsters, con la ley seca de fondo. Sin embargo, como ocurre con todos los géneros, puede mezclarse con otros y crear una historia de género mixto. Realmente, encontrar novelas “puras”, en cualquier género, es complicado. Está a la orden del día la mezcla entre el género romántico y otros como la ciencia ficción o el terror, con ejemplos tan conocidos como “Los juegos del hambre”, “Divergente” o la saga “Crepúsculo”. El género negro, eso hay que admitirlo, resulta complejo de mezclar con otros. O, al menos, es difícil que sea el predominante y no quede como una parodia de sí mismo. Excepciones las hay, como “Nekromanteia”, de Daniel P. Espinosa, que conjuga el terror y la fantasía urbana con el género negro de forma magistral.

Pero sí, por norma general, el lector de novela negra espera leer sobre bares clandestinos, rubias fatales y mafiosos. Espera que el protagonista sea un tipo duro, con un cigarro siempre en la boca, y que suelte “chulerías” incluso en las situaciones más críticas. Innovar está bien, pero hay que dominar muchísimo el género para hacerlo sin decepcionar a los lectores. Para escribir algo que se salga de lo normal, primero hay que saber escribir lo “normal”, entre comillas, de maravilla. Empezar la casa por el tejado no suele terminar bien.

Dicho esto, queda claro que mi recomendación es comenzar escribiendo de la misma forma que hemos leído a nuestros referentes novelísticos. Algunos temen que, al hacerlo, estén copiando la forma de escribir de otro autor… ¡Ya me gustaría a mí escribir como Conan Doyle! No, el tema es tener una base sólida sobre la que construir nuestro camino como escritores, que sin lugar a dudas estará influido por nuestras propias experiencias y formas de ver la vida.


CONCLUSIONES

ESCRIBIENDOPara terminar, quisiera dar unos consejos a todos los que empiezan a dar sus primeros pasos en el mundo de la escritura. Primero, las cinco cosas fundamentales: Leer, escribir, leer, analizar y escribir. ¿Qué leer? Lo que más les guste. ¿Qué escribir? De todo. ¿Qué analizar? Pues tanto lo que lean como lo que escriban. Eso sí, esto último viene casi solo, una vez que llevemos un tiempo escribiendo.

También es importante escuchar los consejos, las críticas y las alabanzas de lo que escribimos. Descubrir nuestros puntos débiles y nuestras fortalezas, y ser conscientes de que, por muy bueno que nos parezca lo que escribimos, dentro de un par de años nos parecerá que le faltaban muchas cosas. Y si no nos lo parece, es que algo estamos haciendo mal.

Una cosa importante más: para estar en este mundillo, hay que tener aguante. No va a haber solo palmaditas en la espalda, y debemos ser conscientes de ello. Que otras personas te lean no deja de ser una exposición de tu mente (incluso de tu alma), y no todo el mundo va a ser amable y sutil… Ni deben serlo, por otra parte, o costaría mucho ir mejorando. Vas a tener admiradores y detractores, hay que asumirlo e intentar aprender de todos.


DJS

martes, 6 de mayo de 2014

Teatro - "La semana cultural", de José Luis Alonso de Santos

Lo primero, decir que esta obra no se ha estrenado (aunque seguramente lo hará en breve) pero, aun así, he tenido la suerte de poder ver una pequeña representación que se realizó ayer en La Casa del Libro. Junto al creador de La semana cultural, José Luis Alonso de Santos, se reunía un buen elenco de actores, destacando entre ellos Arturo Querejeta, Antonia Paso, Francisco Vidal o Natalia Hernández, entre otros.


La semana cultural trata sobre las peripecias que ocurren en una ciudad cualquiera cuando, durante las fiestas, consiguen que un Premio Nobel de Literatura asista a los eventos... más o menos. Grandes dosis de humor sustentan una mordaz crítica a la política (a los políticos) y a la tan manida cultura que, en la mayoría de los casos, no es sino una excusa para conseguir fama, dinero y poder.

Lectura recomendable, y una obra de teatro que no debe dejarse pasar cuando se estrene (ya avisaré).


martes, 22 de abril de 2014

CONCURSO DE RELATO BREVE «GALAXIA DE MISTERIO» - MUERTE EN MANHATTAN

Hace poco, publiqué en este blog El rescate, un relato corto donde aparecía un peculiar detective, Cutfield. Ahora, y por tiempo limitado, podéis leer un relato más largo con el mismo protagonista. Su título, "Muerte en Manhattan", y participa en el Concurso "Galaxia de Misterio", organizado por Universo La Maga. En el siguiente enlace podéis descargar tanto ese como el resto de relatos participantes (vamos que tenéis lectura para rato). Eso sí, recordad que solamente pasaran a la fase final del concurso los relatos más votados; ya sabéis... ;)

CONCURSO DE RELATO BREVE «GALAXIA DE MISTERIO»

Por supuesto, podéis poner por aquí cualquier comentario, opinión, crítica o pregunta respecto al relato.

domingo, 6 de abril de 2014

Legado de sombras - 14

Prodición



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)
 

Esperaba un olor nauseabundo y, en efecto, sentí en mis fosas nasales una peste fétida que me hizo tropezar y casi caer a las oscuras aguas. Uno de los Hantings comenzó a soltar una pequeña risa que fue interrumpida por un fuerte golpe propinado por el más pequeño de los tres.

–Disculpad su comportamiento, mi señor –dijo este último, mientras realizaba una pequeña reverencia–. Será castigado por ello.

Hice un gesto con la mano, restándole importancia a la acción. No sabía hasta qué punto debía confraternizar con ellos, a pesar de la palabras de Kela. O, tal vez, a causa de ellas.

La labor de esos Hantings, como fui descubriendo en los poco iluminados túneles, consistía en acabar con las criaturas que poblaban el lugar. Las más habituales eran las ratas, aunque nos encontramos en un momento dado con un ser que nunca había visto, y que a punto estuvo de acabar con el Hanting risueño antes de ser aniquilado, o eso me pareció.

Perdí la noción del tiempo y del espacio, pues aquellos tortuosos caminos torcían y se bifurcaban constantemente. Una pregunta llegó a mi mente: ¿cómo pretendía realizar el camino de vuelta? Antes de poder encontrar una respuesta satisfactoria, el grupo se detuvo.

–Ese túnel de allí –dijo el Hanting pequeño, señalando hacia la oscuridad– os conducirá bajo la Torre.

Iba a preguntarle sobre mi regreso cuando unas pisadas que se acercaban reclamaron toda nuestra atención. Me preparé para lo peor.

–Más te vale que merezca la pena, Yosuf –dijo una apagada voz masculina, que no reconocí–, o tu recompensa será la tortura y la muerte.

–Jamás osaría engañar a la Orden –fue la respuesta–. Mi Hanting me ha asegurado que ese extranjero estaría por aquí.

Me habían traicionado. Alguno de aquellos supuestos disidentes Hantings estaba jugando a dos bandas, y ahora la Orden –puede que incluso el mismísimo Gran Adalid– estaba al corriente de mi existencia, de mi historia y de mis planes.

Aparté mis pensamientos de venganza y me centré en el asunto más urgente: no ser capturado. Por el sonido, no parecía que se tratara de un grupo numeroso; más bien, dos o tres personas. No podía olvidar, sin embargo, que al menos uno de ellos era miembro de la Orden.

Cuando observé a los tres Hantings con los que iba, no noté en ellos otra cosa que sorpresa y temor ante las voces cada vez más cercanas. Debía tomar la decisión de confiar o no en ellos, y tenía que ser en ese preciso instante.

–Voy a retroceder por donde veníamos –les expliqué–. Si os preguntan por mí, decidles a esas personas que he partido ya en dirección a la Torre.

Intentando hacer el menor ruido posible, fui andando hasta la bifurcación más cercana y me quedé esperando, oculto, en espera de ver el avance de los acontecimientos. No transcurrió mucho antes de que las pisadas dieran paso a dos pares de botas altas. Uno de los hombres, más bien bajo y contrahecho, portaba una antorcha y caminaba con pasos cortos y rápidos delante de otro, mucho más alto y corpulento.

Este último llevaba el pelo largo, con una trenza que caía sobre su pecho. Incluso con la titilante luz podía observarse un símbolo grabado en el peto de metal que portaba, dejando meridianamente clara su pertenencia a la Orden, así como el alto rango que ostentaba.

Me preparé para el posible enfrentamiento, aunque salir vivo de ese encuentro sería poco menos que imposible. Yo contaba con los Poderes Divinos; sin embargo, mi adversario poseía una experiencia en combate muy superior, y su velocidad haría muy difícil que pudiese concentrarme lo suficiente como para traer a una criatura de otro plano. Por supuesto, las invocaciones no eran lo único que los Poderes Divinos me permitían realizar, pero sí lo único capaz de acabar con un General.

A excepción de las Llamadas a los Dioses.

Como Errante estudié poderosos encantamientos capaces de hacer aparecer un muro de fuego, una tormenta, o incluso de transportar a una persona de una ciudad a otra. Magia muy poderosa, sí, aunque inmensamente más peligrosa que las invocaciones. De hecho, jamás antes de aquel instante me había planteado hacer uso de ella.

¿Qué peligro supone su uso? No te preocupes, te lo contaré. Pero no ahora. Permíteme que siga con mi relato, pues por suerte no necesité usarla… esa vez.

lunes, 24 de febrero de 2014

Relato: El rescate

Lo admito: me pasé. El primer golpe se lo merecía, después de hacerle aquello a la pequeña. El décimo, que no era más que un golpear de huesos contra el suelo —un esparcir de sesos por las paredes—, sin más sentido que el de aplacar mi propia sed de venganza, pues el tipo llevaba muerto un buen rato, fue excesivo.

Pero, ¿qué coño? ¡La verdad es que me sentía mucho mejor!

Cuando me calmé, y no antes, me giré hacia la niña. Miraba en dirección a su difunto agresor, aunque no noté miedo o repugnancia en sus ojos. Tal vez ella también pensara que hice bien; o quizá tan solo estaba en shock.

Alargué mi mano hacia ella, dejándola a una distancia prudencial. Sabía que ella no querría que la tocara, que nadie la tocara de nuevo, pero también intuía la necesidad de apoyo, de comprensión y de piedad que necesitaba. Igual que debió de pasarle a Charlotte, hace ya tantos años.

Por desgracia, Charlotte no tuvo una mano que le ofreciera aquello.

Cuando me enseñaron su cuerpo —retorcido, herido, humillado, muerto—, solo deseé que el cabrón que hubiera hecho aquello la matase primero. Por supuesto, ya sabía que no fue así.

A ese sí que se lo hice pagar. Con intereses. Pensándolo bien, el fiambre que tenía detrás apenas había sufrido una décima parte de lo que padeció el asesino de Charlotte.

La niña me observa, como si fuese capaz de leer mis oscuros pensamientos, y comienza a derramar las lágrimas que hasta entonces no había soltado.

—Estás a salvo —le digo—. Ese hijoputa no volverá a hacerte daño.


Se escuchan sirenas acercándose. Diré que fue en defensa propia; nadie va a ponerse del lado de aquel cabrón muerto. Saco un fósforo y lo froto contra la ensangrentada pared, haciendo que prenda. En un rincón, un violador con la cabeza abierta; en el otro, una niña con lágrimas en los ojos. Y en el centro de la habitación, un jodido detective con un puro recién encendido. Como si fuese el final de una puta novela policíaca.




(La nouvelle Masacre en Nueva York narra un caso completo de este mismo detective. ¡Descúbrelo, por mucho menos de lo que crees!)

martes, 18 de febrero de 2014

Tiempo de lectura: Los crímenes del ajedrez de David J. Skinner

Interesante reseña/entrevista, recién salida del horno. Os recomiendo leerla, y que echéis un ojo al blog (que está muy bien).

Novela policíaca de David J. Skinner

Tiempo de lectura: Los crímenes del ajedrez de David J. Skinner:

"Crímenes; eso es algo que no falta en casi ninguna de mis obras, tanto novelas como relatos. A pesar de que Los crímenes del a...

lunes, 17 de febrero de 2014

Crear una novela (V)


¡Cuánto tiempo hacía que no continuaba con este tutorial sobre la creación de novelas! Pues nada, hoy pongo por aquí el quinto capítulo, donde hablaremos de las descripciones. Espero que os guste y que os resulte de utilidad.

Nos ponemos ya con Henry, que está a punto de levantarse. Este sería un buen momento para describirlo un poco más. Pero, ¿cómo hacerlo? Vamos a ver un ejemplo.
Aunque Henry llevaba un buen rato despierto, su cuerpo se negaba a sacarle de la cama. Era un hombre de escaso pelo, y hacía un par de años que había decidido dejarse bigote, justo después de la muerte de su esposa. Sufría de cojera en la pierna izquierda, tras un tiroteo con unos delincuentes, en la época en que trabajaba para la Policía Metropolitana de Londres. Se levantó, dispuesto a vestirse con rapidez y tomar uno de los deliciosos dulces que, cada mañana, le preparaba su casera, la señora Pratson.
Una breve descripción de Henry. ¿Correcta? Sí, aunque puede que tengamos una manera mejor de dar estos datos. ¿Lo intentamos?
Aunque Henry llevaba un buen rato despierto, su cuerpo se negaba a sacarle de la cama. Se llevó una mano a la cabeza y frotó su otrora frondosa cabellera primero, para después atusar pensativo el bigote que ya llevaba desde hacía un par de años. Sonrió pensando en la cara que pondría su esposa de haberle visto así; sin embargo, ya había fallecido cuando tomó la decisión de dejárselo crecer.
Al fin se levantó, notando un fuerte dolor en la pierna izquierda. Cojeaba desde que fue herido en aquel tiroteo, hacía varios años, cuando aún formaba parte de la Policía Metropolitana de Londres, y los días fríos y húmedos le hacían recordarlo con dolorosa claridad. No tardó en vestirse, mientras le parecía oler los deliciosos dulces de la señora Pratson, su casera. Cada mañana, junto al té, siempre se encontraban un par de aquellas delicias exquisitas que levantaban su habitualmente bajo ánimo.
Por supuesto, es principalmente cuestión de gustos el que usemos una forma u otra. Aun así, remitiéndome a una entrada anterior, “si no hay nada interesante que contar, no lo contéis”. Puede que el hecho de frotarse la cabeza no sea muy interesante, pero al menos hay una acción (y no solamente una descripción). En esta ocasión estamos comenzando con la historia, y elegir entre una u otra forma de narrar no supone un “corte” en los acontecimientos. Otra cosa distinta sería si nos halláramos en una parte donde están sucediendo eventos importantes, y el lector estuviese en tensión; es ahí donde verdaderamente importa que las descripciones sean las justas para no interrumpir el ritmo.
Max apuntó con su revólver a la cabeza de Henry. Era un hombre alto y esbelto, de piel tostada. Su mejilla izquierda estaba surcada por una cicatriz, vestigio de algún enfrentamiento vivido años atrás. El investigador levantó las manos, esperando que el otro no disparase sin antes preguntar.
Con independencia de la necesidad de describir o no a Max, este es uno de los peores momentos para hacerlo. Si alguno de estos datos fuera esencial de manera inmediata, sería más adecuado hacer la descripción antes de que el hombre apunte a nuestro amigo Henry. Y si ya conseguimos que haya alguna interacción, mejor.
Max era un hombre alto y esbelto, de piel tostada. Henry observó que su mejilla izquierda estaba surcada por una cicatriz, probable vestigio de algún enfrentamiento vivido años atrás. La atención del investigador se centró rápidamente en el revólver que le estaba apuntando a la cabeza. Levantó las manos, esperando que el otro no disparase sin antes preguntar.
Hemos hecho la misma descripción, pero separándola del momento de acción (y “haciendo” algo con la cicatriz: al menos, Henry la observa).
¡Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos! (por hoy)
En la próxima entrega hablaremos sobre cómo definir a los personajes.

viernes, 14 de febrero de 2014

V Premio de Novela Irreverentes



La editorial española Irreverentes convoca su Quinto Premio de Novela. La fecha límite de envío de los trabajos (que deberá ser por correo postal, excepto si residís fuera de España) es el 17 de marzo, así que no esperéis hasta el último momento.

A continuación, las bases del concurso:

1.- Podrán concurrir al premio aquellos originales que reúnan las siguientes condiciones: Ser novelas inéditas y estar escritas en español. Tener una extensión mínima de 250 páginas, formato DIN A-4, a espacio y medio, Times, Arial 12 ó similar, por una sola cara, sin haber sido premiadas o hallarse pendientes de fallo en cualquier certamen.

2.- Se establece un primer premio de 600 euros. Este premio será considerado el pago de anticipo de los derechos de autor que genere la primera edición de la novela, que será editada por Ediciones Irreverentes. Se harán las deducciones fiscales legales.

3.- Los derechos de autor de posteriores ediciones serán del 10% sobre el PVP del libro sin IVA y en libro electrónico del 25% sobre el PVP del libro sin IVA El otorgamiento tanto del premio como del accésit -si lo hubiera- supone que los respectivos autores de las obras galardonadas ceden en exclusiva a Ediciones Irreverentes S.L., todos los derechos de explotación sobre esas obras en plazo marcado en contrato.

4.- Cada autor podrá presentar un máximo de dos novelas, enviando una única copia por título con páginas numeradas, mecanografiadas, y sin la firma del autor, sustituida por seudónimo escrito en cabecera, acompañada de plica cerrada, con el mismo titulo, que contendrá nombre y apellidos, domicilio, teléfono y correo electrónico del autor (obligatorio), así como una breve nota bio-bibliográfica. El autor se responsabiliza de la autoría y originalidad de la obra. La obra estará cosida o encuadernada.

5.- Los trabajos se enviarán por correo ordinario a Ediciones Irreverentes, C. Martínez de la Riva, 137, 4ºA. 28018 Madrid. Indicando en el sobre: V Premio Irreverentes de Novela. En ningún caso las obras se recibirán personalmente en la editorial. El plazo de recepción de originales expira el día 17 de marzo de 2014. Se aceptará como fecha válida la consignada en el matasellos del sobre. Los participantes que residan fuera de España podrán enviar su obra por correo electrónico, enviando la obra en word y un documento de word adjunto a modo de plica, al correo edicionesirreverentes@gmail.com

No se enviarán correos confirmando recepción de textos salvo que el correo llegue con confirmación automática de llegada

6.- Ediciones Irreverentes formarán un jurado compuesto por tres personas. La obra ganadora será aquella que logre la mayoría de los votos. El veredicto del jurado será inapelable. La editorial se reserva el derecho de dejar desierto el premio si el jurado considerara que ninguna de las obras requiere las condiciones necesarias para ser ganadora.

7.- El fallo será anunciado a los medios de comunicación en un plazo no superior a los diez días una vez que el jurado designe el ganador.

8.- El anuncio del fallo se hará a medios de comunicación y a los participantes en el premio, por correo electrónico y se publicitará en la web de la editorial

9.- La participación en esta convocatoria implica la aceptación de sus bases y del fallo del Jurado. No se devolverán los originales recibidos.


10.- El correo electrónico de los autores participantes será utilizado por la editorial para informar de la marcha de este y otros concursos literarios, salvo que el autor exprese claramente que no desea recibir ninguna información de la editorial. La editorial se reserva el derecho de entrar en contacto con los autores de las novelas recibidas en el caso de considerar aconsejable su edición.

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jueves, 13 de febrero de 2014

II Premio Nocte de ensayo



Os traigo un nuevo concurso. En este caso de ensayo, y organizado por Nocte, Asociación española de escritores de terror. Tenéis hasta el 31 de julio, así que no diréis que no hay tiempo :)

Aquí van las bases:


1. Podrán participar todos los autores que lo deseen que hayan publicado en cualquier medio o institución un ensayo relacionado con la literatura de terror española en el año anterior a la convocatoria. También podrán participar aquellos trabajos constituidos como Fin de Master y ya aprobados en cualquier institución universitaria.

2. Los ensayos tendrán un enfoque libre, pero la literatura de terror española deberá tener un papel importante en los mismos, aunque no sea exclusivo. No es necesario que los ensayos saquen conclusiones positivas sobre la literatura de terror española: se busca su estudio, no vanagloriarla.

3. Los ensayos deberán tener una extensión mínima de 5.000 palabras.

4. Para participar en la convocatoria, se deberá enviar el ensayo junto a una breve presentación del mismo y los datos personales del autor a asociacion@nocte.es

5. La fecha límite de entrega de las candidaturas será el 31 de julio de 2014.

6. Nocte constituirá un jurado compuesto por miembros de la asociación y eventualmente expertos en la materia para valorar las candidaturas.

7. El fallo del concurso se emitirá durante la Semana Gótica de Madrid en el acto de entrega de los Premios Nocte 2014.

8. Se contempla un premio de 300 euros para la obra galardonada. El premio podrá ser declarado desierto.

9. Nocte propondrá la publicación del ensayo ganador y eventualmente de los finalistas para su difusión gratuita.

10. Nocte se reserva el derecho a solventar cualquier cuestión no contemplada en estas bases.

lunes, 10 de febrero de 2014

Concurso de relatos en Libros Mablaz

Hablando de concursos literarios, no podía dejar de comentar este que organiza Libros Mablaz. Podéis consultar las bases en el evento de Facebook que han creado, pulsando AQUÍ, aunque a continuación os detallaré lo que solicitan.

El relato, cuyo tema preferente es el rechazo a la violencia de género, debe tener entre 750 y 2000 palabras (entre dos y cinco páginas), y se deberá enviar a rmfst@yahoo.es indicando en el asunto que participamos en este concurso. Se puede participar con hasta tres relatos.

sugiereme
Veamos qué condiciones nos exige la editorial: lo cierto es que no es nada "traumático", que digamos. Por un lado, que pertenezcamos al grupo de Facebook de Libros Mablaz, y a otro de sus dos grupos hermanos (podéis encontrar más información en Facebook). La otra condición es que los participantes se comprometan a adquirir al menos un ejemplar de la antología de relatos, una vez editada. Dado que a todos nos hace ilusión tener un libro en el que hayamos participado, este último punto no plantea muchos problemas... ;)

¡Se me olvidaba! La fecha máxima de recepción de relatos es el 30 abril, aunque yo os recomiendo enviarlos lo antes posible, para que puedan ser revisados y valorados con calma por parte del jurado. La edición del libro se prevé para Julio de este año.

Tanto si estáis iniciando vuestros pasos en este mundo de las letras, como si ya lleváis un tiempo escribiendo, creo que es muy interesante el poder compartir vuestras historias con más escritores. ¡Suerte a todos!

jueves, 30 de enero de 2014

Legado de sombras - 13

Apresto



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)


Todos los miembros del pequeño grupo de disidentes seguían también siendo esclavos de humanos; esa era la única opción para continuar residiendo en Hoth, mientras tanteaban al resto de los suyos. Un par de ellos servían en una taberna de muelles. Otros simplemente se dedicaban a realizar los recados que sus ricos amos no tenían la necesidad ni el deseo de hacer por sí mismos.

Kela, la Hanting que en un principio pensé que, por sus modales, debía servir a un noble, organizándole fiestas y eventos varios, resultó ser en realidad uno de los Hantings propiedad de la ciudad. Concretamente, la encargada del mantenimiento y limpieza de la parte menos visitada de la capital.

Las alcantarillas.

—En dos días tendré que inspeccionar los túneles cercanos a la Torre —me explicó—, y ese sería el momento ideal para lograr que consigas lo que quieres.

—¿La Torre está conectada al sistema de residuos? —pregunté, ya que no me parecía que en una biblioteca hubiera necesidad de aquello. Kela asintió con decisión.

—Nunca he pasado bajo ella —admitió—, pues es una zona que está normalmente vedada para los nuestros, tanto sobre el suelo como bajo él, pero hace unos meses tuvimos un miembro que trabajaba dentro de la Torre. Puedo asegurarte que conectan, aunque no puedo decirte con seguridad si ese acceso será sencillo de abrir.

—Servirá —dije, rotundo. No solo me sentía invencible, sino también infalible. Poco a poco, sin darme cuenta, estaba aceptando que mis acciones formaban parte de un plan mayor; de algo que no podría fallar jamás.

Pasé el tiempo que restaba hasta la inspección intentado no llamar la atención, sin salir apenas del pequeño cuarto que había alquilado. En las pocas ocasiones en las que dejaba la habitación, solamente para realizar rápidas y escuetas comidas, me percaté de que el tema predominante en las conversaciones versaba sobre la matanza en el muelle. Cada pisada que sonaba junto a mi puerta se me antojaba que pudiera ser de un guardia de la ciudad, tal vez incluso de un miembro de la Orden, que sin dudar echaría la puerta abajo y me arrestaría, o algo peor.

No sucedió nada de eso y, cuando llegó el momento, me dirigí al punto donde había quedado con Kela.

—Ellos no forman parte de nuestro grupo —me dijo, señalando a los tres Hantings que se encontraban en ese instante introduciéndose en una estrecha apertura del suelo—, pero son de confianza. Ve con ellos, Tak-Harek, y te indicarán la dirección que debes seguir para situarte bajo la Torre.

—¿Tú no vienes? —pregunté, con inquietud y una cierta molestia por la súbita revelación.

—Lo haría si pudiera, pero debo realizar tareas en la superficie. Eso me servirá también para evitar que tengas encuentros no deseados en tu camino, ya que ocasionalmente los guardias patrullan las alcantarillas.

Dudé unos segundos sobre qué decisión tomar. Si en aquella ocasión hubiese decidido dar la vuelta, abandonar Hoth y regresar junto a Yaara… Sin embargo, tal como estaba destinado a hacer, me dispuse a seguir a los Hantings hacia las profundidades de la ciudad.

lunes, 27 de enero de 2014

Legado de sombras - 12

Ágora



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)


Al contrario de lo que hice con el Jurla, en esta ocasión devolví al ser ultraplanar de regreso a su mundo. La desolación que había dejado tras de sí, de la que yo era el único responsable, me recordó a Surterro; el suelo era un inmenso charco rojo, salpicado con los pedazos de cuerpos que la criatura no había devorado.

Esa visión de cuerpos mutilados me trajo de nuevo a la realidad. Cuando fui consciente, verdaderamente consciente, de lo que había hecho, no pude reprimir una arcada. Abandoné el edificio a toda prisa, impelido tanto por la repulsión que me producía el macabro espectáculo como por el temor a ser atrapado. Algo que de seguro hubiese ocurrido de haber permanecido dentro unos minutos más, pues la guardia de la ciudad no tardó en hacer acto de presencia.

—Humano. —Escuché una voz ronca a mi espalda y me di la vuelta para encontrarme frente a un Hanting. No era como el resto de los que había visto por la capital: sus ojos parecían más vivos. Me quedé esperando a que siguiera hablando pero, en lugar de eso, me indicó con señas que lo acompañara.

Y así lo hice.

Tras una corta caminata, llegamos a un desvencijado edificio. Mi guía pasó al interior y yo hice lo propio, hallándome así en una pequeña sala sin ventanas, iluminada por un par de antorchas cuya luz apenas permitía distinguir las siluetas de los presentes. Aun así, pude contar al menos a siete individuos. Todos Hantings. El que me había llevado hasta allí se puso a hablar en voz muy baja con un par de los presentes, que no tardaron en avanzar hacia mí.

—¿Es cierto? —preguntó el que tenía más cerca—. ¿Has detenido una pelea?

Respondí afirmativamente, mientras me intentaba preparar para lo que pudiese ocurrir allí.

—Lo importante, Tolén, es cómo lo ha hecho —dijo otra voz, esta vez femenina—. ¿Quién eres, humano?

—Podéis llamarme Tak-Harek —respondí yo con firmeza. Esperaba escuchar voces de asombro, de sorpresa; no fue así. Enseguida me di cuenta de que era poco probable que aquellos Hantings hubieran tenido la oportunidad de leer profecías, o de conocer siquiera su propia historia.

—Él es Tolén, nuestro líder —me dijo ella, señalando al Hanting que me había hablado al llegar—, y yo soy Kela. Según nos acaban de informar, eres capaz de usar los Poderes Divinos. ¿Cómo es posible tal cosa?

Las siguientes horas las invertí en narrarles mis últimos años: cómo fui capturado en Surterro, las historias que me contó Yaara, mis cinco años como Errante y la importancia de reunirme con el Gran Adalid, aunque prescindiendo de detallar que la misión que me había sido encomendada no era otra que la de acabar con él. He de decir que me escucharon muy atentos, sin interrumpir mi relato salvo para ofrecerme algo de bebida, de cuando en cuando.

—Antes de encontrarme con Tamiré tenía intención de entrar en la Torre, pero el acceso es… complicado.

—Nosotros podríamos ayudarte a hacerlo —me dijo Tolén que, al igual que el resto, no había pronunciado palabra alguna desde el inicio de mi narración—. Pero, extranjero, esa historia que acabas de contar es, como poco, difícil de creer. ¿Por qué deberíamos ofrecerte apoyo?

Mi ánimo tras la dura jornada no era demasiado bueno, y eso hizo que mi contestación no fuese la más cortés.

—¡Habéis sido vosotros quienes me han traído aquí, y los que os interesabais por lo que había hecho! Si no os he convencido con palabras, puedo pasar a los hechos.


No te asustes; no creo que hubiera cumplido mi amenaza, pasara lo que pasase. Simplemente estaba cansado e irascible, y mi impulsiva actuación previa con los espectadores de la pelea, como la habían llamado, era algo que no tenía la más mínima intención de repetir. En cualquier caso, tal como había supuesto, mis palabras sirvieron para disolver las dudas de los Hantings y, poco después, me empezaron a explicar de qué forma accedería a mi destino.

jueves, 9 de enero de 2014

Tiempo de lectura: El hombre eterno de David. J. Skinner

En el blog de Tiempo de Lectura han escrito una reseña sobre este libro de relatos, que está disponible en Amazon a nivel mundial, tanto en papel como en formato digital.

Podéis leer esta reseña pinchando en el siguiente vínculo:

Tiempo de lectura: El hombre eterno de David. J. Skinner

miércoles, 8 de enero de 2014

Unos pocos datos...

Con esto de empezar un nuevo año, apetece ver las estadísticas del blog y saber qué temas han sido más visitados.

Me alegra poder deciros que el relato Legado de sombras está teniendo bastante éxito por aquí (lo que me anima a seguir escribiendo), siendo su primer capítulo, Exordio, la entrada más visitada de este blog desde su inicio.

La segunda entrada más vista es en la que hablo sobre las tildes, Tildes de más, creada en junio del 2013.

Por último, es un orgullo que la tercera entrada más visitada es la que creé en 2012 para que me ayudaseis a elegir la portada de Los crímenes del ajedrez, Elección de portada. A fin de cuentas, este blog está dedicado a esa novela :)

No puedo dejar de agradeceros el apoyo que me estáis dando, tanto con la novela como con el blog, pues aunque sigue siendo "pequeñito", va creciendo exponencialmente: un 20% del total de visitas se ha originado en el último mes (algo más de mil).

Y ahora, los propósitos para este año. Desde luego, terminar Legado de sombras (que, aun teniendo un final cerrado, pues así será, quiero enlazar con una de las novelas que tengo a medias, Los Siervos del Dragón). Otro propósito es que alguna de mis novelas inéditas vea la luz a lo largo de 2014 (aquí podéis echarme una mano, eligiendo cuál os llama más la atención). Y, por supuesto, seguir escribiendo y leyendo. Mucho de ambas cosas.

¿Qué propósitos tenéis vosotros para el 2014?

martes, 7 de enero de 2014

Legado de sombras - 11

Griesgo



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)

Esperaba encontrarme con muchos Hantings durante mi vagabundeo, pero lo cierto fue que apenas me crucé con dos o tres, portando grandes bultos, hasta que llegué al edificio más alto de la ciudad y, probablemente, del mundo: la Torre. Una construcción de pulidas piedras que ascendía casi hasta tocar las nubes, cuya cúpula de cristal ­—que en aquel momento reflejaba la luz matutina— parecía haber sido colocada allí por los mismos Dioses, pues solo ellos serían capaces de alcanzar tan lejana distancia.

Siendo niño había escuchado que los niveles superiores de la Torre contenían celdas, habitadas por los criminales más sanguinarios; por herejes cuyas palabras eran capaces de hacer tambalear la fe del más devoto siervo de los Dioses.

No era la curiosidad por aquello lo que me llevó frente a la estructura, sino el contenido de las plantas inferiores. En la Torre se guardaba toda la información histórica del reino. La mayor biblioteca que jamás ha existido era, sin lugar a dudas, lugar de paso obligado para la obtención de información.

—Buen día —le dije al hombre fornido que guardaba la entrada, una alta puerta de metal y madera tras la que se encontraba la gran colección de documentos que ansiaba poder consultar.

Pequé de ingenuidad al pensar que podría acceder al interior de la Torre con solo plantarme allí. Con cara de pocos amigos y dejadez en la voz, el guarda me informó de que, para entrar, necesitaba el permiso por escrito de un miembro de la Orden.

Como sabrás, la Orden está formada por los líderes del ejército. Un pequeño grupo, aunque con un inmenso poder, que solamente responde de sus acciones ante el mismísimo Gran Adalid. Resultaba una tarea imposible, a priori, conseguir que uno de ellos me autorizara a entrar. Mis opciones, por otra parte, no eran muchas; la única alternativa consistía en usar los Poderes Divinos y, si ya temía utilizarlos para cuestiones menos relevantes, introducirme en la Torre llamaría sin duda la atención de Tamiré.

Decepcionado y sin saber qué hacer a continuación, me alejé de allí y comencé un paseo sin rumbo por la ciudad, que cada vez se me antojaba más lúgubre y triste, al igual que mi ánimo. No sé cómo, pero terminé llegando a la zona menos visitada y más peligrosa de la capital: los muelles viejos. Decenas de historias había escuchado, durante el tiempo que pasé en el ejército, sobre ese lugar que siglos antes ayudó a que la ciudad alcanzara la grandeza que ahora tenía. Aun así, y a plena luz del día, aquel sitio no me inquietó. Pude ver a un par de individuos borrachos que buscaban un sitio donde descansar o, tal vez, una nueva taberna en la que seguir bebiendo. También me encontré con algunas mujeres que me ofrecieron sus favores a cambio de monedas, algo que ni podía permitirme, ni deseaba. Por último, me encontré frente a un edificio de madera, de cuyo interior salían gritos ahogados y el estrépito propio de una lucha.

No sé por qué decidí abrir la puerta e introducirme dentro. Había decenas de gradas repletas de gente que gritaba toda clase de improperios, sin dejar de mirar hacia lo que podía ser el centro del edificio. Avancé un poco, sin sentir temor ni inquietud para poder ver qué ocurría; lo que me encontré hizo que mi sangre se helara.

Sobre una especie de escenario se encontraban dos Hantings. Su sangre manchaba el suelo y a los asistentes más cercanos a ellos que, lejos de sentir repulsión, parecían enloquecidos. Los dos adversarios se observaban el uno al otro, con una mirada de odio como jamás yo hubiera visto.

—¡Vamos, mátalo! —gritó un hombre gordo a mi derecha que, acto seguido, recibió un fuerte empujón por parte de otro espectador situado a su lado.

—¡No tiene ninguna oportunidad, imbécil! —dijo ese—. Mi chico se lo va a merendar.

Aunque siguieron debatiendo sobre quién sería el vencedor en la contienda, lo que había escuchado me bastaba para darme cuenta de en qué lugar estaba, y de lo que estaba ocurriendo ante mí. Conocía historias sobre luchas similares, entre animales, que habían sido muy perseguidas por su crueldad. Ignoraba si las leyes permitían, tras las revueltas, usar a Hantings en esos espectáculos sangrientos.

Yo no lo iba a hacer.

Recuerdo los siguientes minutos más como un vago sueño que como hechos reales; mis manos se movieron, lentamente al principio, formando signos de invocación, mientras de mis labios fueron saliendo las palabras que conocía, a pesar de nunca haberlas pronunciado antes. Porque durante el Camino había hecho aparecer a un Jurla, sí, pero nunca a la criatura que se iba a materializar ahora. Quizá nadie había osado hacerlo antes.

—¡Por los Dioses! —exclamó una mujer, detrás de mí. Y sí, era por los Dioses que el muro que separa los planos se abriera de nuevo, estaba vez para dejar pasar a nuestro mundo a un ser enorme, sin piedad, cuya hambre solo podía ser saciada con carne y sangre.