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EL NARRADOR Y EL TIEMPO
No hay un método estándar para crear una novela negra. Ni el tiempo verbal, ni la persona o tipo de narrador. Ahora bien, es importante saber cuáles son las ventajas y los inconvenientes de cada método y poder, así, elegir lo que mejor se adapte a la historia que queremos contar.
En general, sabemos (?) que el protagonista no acabará muerto. Esto nos permite usarlo como narrador, en pasado. Un narrador en primera persona es un elemento especialmente útil cuando queremos ocultar información al lector, siempre sin mentirle, porque la percepción de la realidad de ese personaje no tiene por qué corresponder con la realidad, en sí misma. Un claro ejemplo lo tenemos en uno de los capítulos de “Inferno”, de Dan Brown. Quienes lo hayan leído saben a qué me refiero, aunque este ejemplo en concreto sí es un intento de “marear” al lector, según mi opinión.
Un narrador en tercera persona, en especial uno omnisciente, ayuda a que el lector pueda observar la narración desde fuera, como si se tratara de una película. Claro que, a mayor cantidad de información, más difícil resulta que no descubra algo que no queremos a no ser que lo ocultemos a propósito. Esto no es muy recomendable, porque el lector pensará que le estamos “tomando el pelo”… y tendrá buena parte de razón. Si decimos que “Pepito sintió lástima cuando vio el cadáver de Juanito”, para más adelante decir que, en realidad, sintió lástima de no haberle matado él, nos pongamos como nos pongamos estamos mintiendo al lector. En lugar de eso, tendríamos que decir algo como “Pepito bajó la cabeza al contemplar el cadáver de Juanito, y una lágrima resbaló por su mejilla”. Ojo, porque si hablamos de apariencias, debemos hablar SIEMPRE de apariencias, no según nos interese. O sabemos qué sienten los personajes, o sabemos qué muestran; lo de ir alternando también sería un burdo intento de falsear la realidad.
LOS PERSONAJES
Una vez decidido el narrador y el tiempo (lo más habitual es observador omnisciente y pasado), hay varias cosas más a tener en cuenta. Aunque no es imprescindible, en una novela negra es especialmente de agradecer que exista un héroe y un villano. Con matices. El protagonista puede ser una malísima persona, ahí no habría problema (no en género negro), pero el antagonista tiene que ser verdaderamente ruin. El lector debe elegir un bando, y queremos que elija el del protagonista; por tanto, su adversario tiene que ser cien veces peor.
Si habláramos de otro género, como podría ser fantasía o terror, la evolución de los personajes podría hacer que los malos se volvieran buenos, y viceversa. En novela negra, los malos son igual de malos durante toda la narración, y los buenos… suelen acabar muertos. Lo normal es que estas novelas se desarrollen durante un periodo corto de tiempo, y nadie cambia radicalmente su forma de ser en una semana.
Continuando con los personajes, una novela negra sin un protagonista con alguna adicción… es rara. Las hay, y muy buenas, pero los conflictos internos del protagonista son de las cosas que más juego dan, mientras intenta resolver el asesinato, el robo, o simplemente vengarse de alguien. Usar personajes arquetípicos también ayuda a que el lector pueda identificarlos con más rapidez. Vamos, todo son ventajas.
EMPEZAR DESDE EL PRINCIPIO
¿Cuándo comenzar la historia? Esta es otra pregunta que aparece en la mente del escritor cuando está a punto de comenzar. Tampoco hay una respuesta buena. Comenzar in media res parece un recurso útil para captar la atención, pero tiene un grave peligro: al empezar a narrar por un punto álgido, el lector espera que la narración vaya en crescendo hasta ahí, y que continúe luego subiendo hasta el final. Por supuesto, la situación que contamos ahí no puede solucionarse simplemente con una carrera, un empujón, o la intervención divina. Imaginemos una escena:
“Paul se encontraba atado en una silla cuando despertó. A pesar de la oscuridad que reinaba en el lugar, pudo distinguir las siluetas de al menos cuatro personas. Intentó liberarse, pero solo consiguió lastimarse aun más el hombro herido.
Cuando la luz se encendió, su mirada pasó rápidamente de un asistente a otro, hasta que se detuvo en la persona que se hallaba más cerca de la puerta. La mirada triste y las lágrimas que salían de sus ojos le hicieron pensar en un cocodrilo, a punto de devorar a su presa. En efecto, apenas unos segundos más tarde, le apuntaba con una pistola, mientras colocaba el dedo en el gatillo.”
¡Oh! ¡Qué tensión! ¿Logrará Paul sobrevivir? (Vale, ya sabemos que sí; es el protagonista). Resulta que empezamos así nuestra historia, para luego retroceder “dos semanas antes”, por ejemplo. Resulta que Paul es un detective contratado por Bárbara, una femme fatale, para encontrar a su marido desaparecido. Tras medio libro de peripecias, Paul se encuentra en la situación que hemos descrito al principio... Y ahora toca continuarla.
Si lo hemos hecho bien, y la tensión por la anticipación de esta escena ha ido en aumento, no podemos defraudar al lector. Para empezar, ¿quién es esa persona que está a punto de dispararle? Supongamos que se trata del marido desaparecido. Quizá, el protagonista se ha liado con la mujer a lo largo de la historia. Supongamos también que, en realidad, el marido (vamos a llamarle “André”) es un peligroso mafioso que se estaba escondiendo de alguna banda rival. Por último, esa banda ha amenazado con matar a la mujer si André no aparece. André, claro, está bastante molesto con el detective.
Claro, podríamos decir que André le amenaza con la pistola, y luego le deja marchar. Mala idea. El lector se va a dar cuenta de que le hemos querido tomar el pelo; esa escena que parecía decisiva, no era más que un reclamo puesto por el escritor.
Maaaaal.
Es curioso que, si no hubiésemos comenzado in media res, lo anterior podría perfectamente ser posible. Un susto, una advertencia, y para casa. Pero lo hemos dado como un punto de inflexión, así que debemos encontrar una solución más adecuada.
Un diálogo entre ambos sí podría ser adecuado. Un lanzamiento recíproco de reproches, preferiblemente amenizados con grandes dosis de sarcasmo, funcionaría muy bien. Un diálogo que podría finalizar de la siguiente manera:
“Tras escupir al suelo, Paul siguió hablando.
—Tan solo me faltaba saber dónde te ocultabas, André. Era cuestión de tiempo que te encontrara, pero el tiempo es un lujo del que Bárbara no dispone. La mejor opción era que tú me encontrases a mí.
En ese momento, André se percató del leve resplandor rojo que emanaba del pasador de corbata del detective.
—¡Larguémonos! —gritó André. Ya era tarde. Una cercana explosión dejaba claro que su escondite había sido descubierto, y el sonido de disparos indicaba que los visitantes no tenían intención de negociar.”
Este sería, por ejemplo, un buen punto de inflexión en la novela. A partir de aquí, André y Paul podrían lograr escapar, aunar fuerzas y conseguir, finalmente, llevar a prisión a los de esa banda. Todo esto mientras el triángulo amoroso hace que salten chispas entre ambos. Puede que al final, André acabe en la cárcel, o muerto, o que regrese con su mujer… Esto ya es totalmente potestad del autor, y todo sería válido por igual. Incluso si Paul muriera (sobre todo, si sus actos han sido especialmente malos), podría funcionar bien.
Por otra parte, aunque esta pueda ser una buenísima manera de cautivar al lector desde la primera página, mi recomendación es empezar a contar la historia por el principio. Con esto me refiero a presentar a los personajes, narrar los hechos que inician la historia, y continuar desde allí, siempre avanzando. Una buena historia bien contada no tiene necesidad de usar artificios para llamar la atención, aunque indudablemente estos harán que luzca aún más.
LA FORMA
Es probable que hablar de novela negra nos lleve a pensar en “El halcón maltés”, o cosas similares: historias ambientadas entre detectives y gángsters, con la ley seca de fondo. Sin embargo, como ocurre con todos los géneros, puede mezclarse con otros y crear una historia de género mixto. Realmente, encontrar novelas “puras”, en cualquier género, es complicado. Está a la orden del día la mezcla entre el género romántico y otros como la ciencia ficción o el terror, con ejemplos tan conocidos como “Los juegos del hambre”, “Divergente” o la saga “Crepúsculo”. El género negro, eso hay que admitirlo, resulta complejo de mezclar con otros. O, al menos, es difícil que sea el predominante y no quede como una parodia de sí mismo. Excepciones las hay, como “Nekromanteia”, de Daniel P. Espinosa, que conjuga el terror y la fantasía urbana con el género negro de forma magistral.
Pero sí, por norma general, el lector de novela negra espera leer sobre bares clandestinos, rubias fatales y mafiosos. Espera que el protagonista sea un tipo duro, con un cigarro siempre en la boca, y que suelte “chulerías” incluso en las situaciones más críticas. Innovar está bien, pero hay que dominar muchísimo el género para hacerlo sin decepcionar a los lectores. Para escribir algo que se salga de lo normal, primero hay que saber escribir lo “normal”, entre comillas, de maravilla. Empezar la casa por el tejado no suele terminar bien.
Dicho esto, queda claro que mi recomendación es comenzar escribiendo de la misma forma que hemos leído a nuestros referentes novelísticos. Algunos temen que, al hacerlo, estén copiando la forma de escribir de otro autor… ¡Ya me gustaría a mí escribir como Conan Doyle! No, el tema es tener una base sólida sobre la que construir nuestro camino como escritores, que sin lugar a dudas estará influido por nuestras propias experiencias y formas de ver la vida.
CONCLUSIONES
Para terminar, quisiera dar unos consejos a todos los que empiezan a dar sus primeros pasos en el mundo de la escritura. Primero, las cinco cosas fundamentales: Leer, escribir, leer, analizar y escribir. ¿Qué leer? Lo que más les guste. ¿Qué escribir? De todo. ¿Qué analizar? Pues tanto lo que lean como lo que escriban. Eso sí, esto último viene casi solo, una vez que llevemos un tiempo escribiendo.
También es importante escuchar los consejos, las críticas y las alabanzas de lo que escribimos. Descubrir nuestros puntos débiles y nuestras fortalezas, y ser conscientes de que, por muy bueno que nos parezca lo que escribimos, dentro de un par de años nos parecerá que le faltaban muchas cosas. Y si no nos lo parece, es que algo estamos haciendo mal.
Una cosa importante más: para estar en este mundillo, hay que tener aguante. No va a haber solo palmaditas en la espalda, y debemos ser conscientes de ello. Que otras personas te lean no deja de ser una exposición de tu mente (incluso de tu alma), y no todo el mundo va a ser amable y sutil… Ni deben serlo, por otra parte, o costaría mucho ir mejorando. Vas a tener admiradores y detractores, hay que asumirlo e intentar aprender de todos.
DJS
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