Ya estoy de nuevo por aquí, continuando con “Crear una novela”. Ahora que ya tenemos claras las ventajas e inconvenientes al usar un tiempo verbal o un tipo de narrador, hoy vamos a hablar sobre el trabajo que precede a la creación de la narración. Por supuesto, esta es una de las múltiples formas que hay de ponerse a escribir un libro, aunque os aseguro que es una manera válida.
Lo que no aseguro es que salga un buen libro, eso sí :-P
Vamos a plantearnos un caso: un día decidimos escribir una novela. Una especie de reto personal que nos hacemos. Así pues, dejamos un buen montón de papeles sobre la mesa, agarramos dos o tres bolígrafos –no se nos vaya a terminar la tinta justo cuando estemos más inspirados–, y comenzamos nuestra labor.
Pero, ¿cómo lo hacemos? Vale, lo habitual es tener algo en la mente que queramos plasmar en papel, antes de ponernos con todo esto. Supongamos que no, así que vamos al asunto. Sin lugar a dudas, si nos hemos planteado escribir una novela es porque nos gusta leer (o porque queremos ser ricos y famosos… qué ilusos…). ¿Cuál es nuestro género favorito? ¿Qué hemos leído más? ¿Fantasía, terror, novela negra? Pues a ello nos ponemos. Digamos que nuestro preferido es el género policíaco.
Como he dicho, nos hemos sentado con la mente en blanco, sin ninguna idea previa. Ya tenemos el género, así que vayamos rellenando espacios. ¿Se desarrollará en la actualidad? ¿En el futuro? ¿En alguna época concreta del pasado? Venga, vamos a ubicarla en la Inglaterra victoriana.
Ya vamos avanzando. Lo siguiente es saber quién o quienes intervendrán en la historia. Como nos hemos leído todos los libros de Sherlock Holmes, decidimos que un investigador privado sería la mejor opción. Ese será nuestro protagonista, claro, aunque aún nos queda crear un antagonista. ¿Imprescindible? No, no lo es; pero ya he dicho que nos gusta Sherlock Holmes ;-)
¿Qué? ¿Que aún no hemos decidido de qué va la historia? Bueno, nos queda tiempo. Por ahora, tenemos el género, el lugar, el momento y los protagonistas. No está nada mal, para haber empezado sin nada. Con todo esto, si nos vamos a una enciclopedia y buscamos acontecimientos en la Inglaterra del siglo XIX, seguro que encontramos un suceso del que nuestros personajes puedan formar parte. ¡Uy! ¡Ya tendríamos el argumento!
¿Qué nos queda ahora? Podemos crearnos un resumen más o menos detallado de lo que ocurrirá, una sinopsis por capítulos, o una ficha de los personajes. O, simplemente, ponernos a escribir, y a ver qué pasa. Si no habéis leído mi entrada “Escritores de brújula y escritores de mapa”, este es un buen momento para verla.
Terminamos por hoy. Si os ha gustado y os ha sabido a poco, comentad y compartid; prometo más entregas de la serie “Crear una novela”, llenas de consejos que pueden no servir de mucho (de algo sí), pero que seguro os entretendrán.