David J. Skinner

jueves, 30 de enero de 2014

Legado de sombras - 13

Apresto



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)


Todos los miembros del pequeño grupo de disidentes seguían también siendo esclavos de humanos; esa era la única opción para continuar residiendo en Hoth, mientras tanteaban al resto de los suyos. Un par de ellos servían en una taberna de muelles. Otros simplemente se dedicaban a realizar los recados que sus ricos amos no tenían la necesidad ni el deseo de hacer por sí mismos.

Kela, la Hanting que en un principio pensé que, por sus modales, debía servir a un noble, organizándole fiestas y eventos varios, resultó ser en realidad uno de los Hantings propiedad de la ciudad. Concretamente, la encargada del mantenimiento y limpieza de la parte menos visitada de la capital.

Las alcantarillas.

—En dos días tendré que inspeccionar los túneles cercanos a la Torre —me explicó—, y ese sería el momento ideal para lograr que consigas lo que quieres.

—¿La Torre está conectada al sistema de residuos? —pregunté, ya que no me parecía que en una biblioteca hubiera necesidad de aquello. Kela asintió con decisión.

—Nunca he pasado bajo ella —admitió—, pues es una zona que está normalmente vedada para los nuestros, tanto sobre el suelo como bajo él, pero hace unos meses tuvimos un miembro que trabajaba dentro de la Torre. Puedo asegurarte que conectan, aunque no puedo decirte con seguridad si ese acceso será sencillo de abrir.

—Servirá —dije, rotundo. No solo me sentía invencible, sino también infalible. Poco a poco, sin darme cuenta, estaba aceptando que mis acciones formaban parte de un plan mayor; de algo que no podría fallar jamás.

Pasé el tiempo que restaba hasta la inspección intentado no llamar la atención, sin salir apenas del pequeño cuarto que había alquilado. En las pocas ocasiones en las que dejaba la habitación, solamente para realizar rápidas y escuetas comidas, me percaté de que el tema predominante en las conversaciones versaba sobre la matanza en el muelle. Cada pisada que sonaba junto a mi puerta se me antojaba que pudiera ser de un guardia de la ciudad, tal vez incluso de un miembro de la Orden, que sin dudar echaría la puerta abajo y me arrestaría, o algo peor.

No sucedió nada de eso y, cuando llegó el momento, me dirigí al punto donde había quedado con Kela.

—Ellos no forman parte de nuestro grupo —me dijo, señalando a los tres Hantings que se encontraban en ese instante introduciéndose en una estrecha apertura del suelo—, pero son de confianza. Ve con ellos, Tak-Harek, y te indicarán la dirección que debes seguir para situarte bajo la Torre.

—¿Tú no vienes? —pregunté, con inquietud y una cierta molestia por la súbita revelación.

—Lo haría si pudiera, pero debo realizar tareas en la superficie. Eso me servirá también para evitar que tengas encuentros no deseados en tu camino, ya que ocasionalmente los guardias patrullan las alcantarillas.

Dudé unos segundos sobre qué decisión tomar. Si en aquella ocasión hubiese decidido dar la vuelta, abandonar Hoth y regresar junto a Yaara… Sin embargo, tal como estaba destinado a hacer, me dispuse a seguir a los Hantings hacia las profundidades de la ciudad.

lunes, 27 de enero de 2014

Legado de sombras - 12

Ágora



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)


Al contrario de lo que hice con el Jurla, en esta ocasión devolví al ser ultraplanar de regreso a su mundo. La desolación que había dejado tras de sí, de la que yo era el único responsable, me recordó a Surterro; el suelo era un inmenso charco rojo, salpicado con los pedazos de cuerpos que la criatura no había devorado.

Esa visión de cuerpos mutilados me trajo de nuevo a la realidad. Cuando fui consciente, verdaderamente consciente, de lo que había hecho, no pude reprimir una arcada. Abandoné el edificio a toda prisa, impelido tanto por la repulsión que me producía el macabro espectáculo como por el temor a ser atrapado. Algo que de seguro hubiese ocurrido de haber permanecido dentro unos minutos más, pues la guardia de la ciudad no tardó en hacer acto de presencia.

—Humano. —Escuché una voz ronca a mi espalda y me di la vuelta para encontrarme frente a un Hanting. No era como el resto de los que había visto por la capital: sus ojos parecían más vivos. Me quedé esperando a que siguiera hablando pero, en lugar de eso, me indicó con señas que lo acompañara.

Y así lo hice.

Tras una corta caminata, llegamos a un desvencijado edificio. Mi guía pasó al interior y yo hice lo propio, hallándome así en una pequeña sala sin ventanas, iluminada por un par de antorchas cuya luz apenas permitía distinguir las siluetas de los presentes. Aun así, pude contar al menos a siete individuos. Todos Hantings. El que me había llevado hasta allí se puso a hablar en voz muy baja con un par de los presentes, que no tardaron en avanzar hacia mí.

—¿Es cierto? —preguntó el que tenía más cerca—. ¿Has detenido una pelea?

Respondí afirmativamente, mientras me intentaba preparar para lo que pudiese ocurrir allí.

—Lo importante, Tolén, es cómo lo ha hecho —dijo otra voz, esta vez femenina—. ¿Quién eres, humano?

—Podéis llamarme Tak-Harek —respondí yo con firmeza. Esperaba escuchar voces de asombro, de sorpresa; no fue así. Enseguida me di cuenta de que era poco probable que aquellos Hantings hubieran tenido la oportunidad de leer profecías, o de conocer siquiera su propia historia.

—Él es Tolén, nuestro líder —me dijo ella, señalando al Hanting que me había hablado al llegar—, y yo soy Kela. Según nos acaban de informar, eres capaz de usar los Poderes Divinos. ¿Cómo es posible tal cosa?

Las siguientes horas las invertí en narrarles mis últimos años: cómo fui capturado en Surterro, las historias que me contó Yaara, mis cinco años como Errante y la importancia de reunirme con el Gran Adalid, aunque prescindiendo de detallar que la misión que me había sido encomendada no era otra que la de acabar con él. He de decir que me escucharon muy atentos, sin interrumpir mi relato salvo para ofrecerme algo de bebida, de cuando en cuando.

—Antes de encontrarme con Tamiré tenía intención de entrar en la Torre, pero el acceso es… complicado.

—Nosotros podríamos ayudarte a hacerlo —me dijo Tolén que, al igual que el resto, no había pronunciado palabra alguna desde el inicio de mi narración—. Pero, extranjero, esa historia que acabas de contar es, como poco, difícil de creer. ¿Por qué deberíamos ofrecerte apoyo?

Mi ánimo tras la dura jornada no era demasiado bueno, y eso hizo que mi contestación no fuese la más cortés.

—¡Habéis sido vosotros quienes me han traído aquí, y los que os interesabais por lo que había hecho! Si no os he convencido con palabras, puedo pasar a los hechos.


No te asustes; no creo que hubiera cumplido mi amenaza, pasara lo que pasase. Simplemente estaba cansado e irascible, y mi impulsiva actuación previa con los espectadores de la pelea, como la habían llamado, era algo que no tenía la más mínima intención de repetir. En cualquier caso, tal como había supuesto, mis palabras sirvieron para disolver las dudas de los Hantings y, poco después, me empezaron a explicar de qué forma accedería a mi destino.

jueves, 9 de enero de 2014

Tiempo de lectura: El hombre eterno de David. J. Skinner

En el blog de Tiempo de Lectura han escrito una reseña sobre este libro de relatos, que está disponible en Amazon a nivel mundial, tanto en papel como en formato digital.

Podéis leer esta reseña pinchando en el siguiente vínculo:

Tiempo de lectura: El hombre eterno de David. J. Skinner

miércoles, 8 de enero de 2014

Unos pocos datos...

Con esto de empezar un nuevo año, apetece ver las estadísticas del blog y saber qué temas han sido más visitados.

Me alegra poder deciros que el relato Legado de sombras está teniendo bastante éxito por aquí (lo que me anima a seguir escribiendo), siendo su primer capítulo, Exordio, la entrada más visitada de este blog desde su inicio.

La segunda entrada más vista es en la que hablo sobre las tildes, Tildes de más, creada en junio del 2013.

Por último, es un orgullo que la tercera entrada más visitada es la que creé en 2012 para que me ayudaseis a elegir la portada de Los crímenes del ajedrez, Elección de portada. A fin de cuentas, este blog está dedicado a esa novela :)

No puedo dejar de agradeceros el apoyo que me estáis dando, tanto con la novela como con el blog, pues aunque sigue siendo "pequeñito", va creciendo exponencialmente: un 20% del total de visitas se ha originado en el último mes (algo más de mil).

Y ahora, los propósitos para este año. Desde luego, terminar Legado de sombras (que, aun teniendo un final cerrado, pues así será, quiero enlazar con una de las novelas que tengo a medias, Los Siervos del Dragón). Otro propósito es que alguna de mis novelas inéditas vea la luz a lo largo de 2014 (aquí podéis echarme una mano, eligiendo cuál os llama más la atención). Y, por supuesto, seguir escribiendo y leyendo. Mucho de ambas cosas.

¿Qué propósitos tenéis vosotros para el 2014?

martes, 7 de enero de 2014

Legado de sombras - 11

Griesgo



(Para ir al primer capítulo, pincha AQUÍ o selecciónalo en el índice situado en la barra lateral derecha de la página)

Esperaba encontrarme con muchos Hantings durante mi vagabundeo, pero lo cierto fue que apenas me crucé con dos o tres, portando grandes bultos, hasta que llegué al edificio más alto de la ciudad y, probablemente, del mundo: la Torre. Una construcción de pulidas piedras que ascendía casi hasta tocar las nubes, cuya cúpula de cristal ­—que en aquel momento reflejaba la luz matutina— parecía haber sido colocada allí por los mismos Dioses, pues solo ellos serían capaces de alcanzar tan lejana distancia.

Siendo niño había escuchado que los niveles superiores de la Torre contenían celdas, habitadas por los criminales más sanguinarios; por herejes cuyas palabras eran capaces de hacer tambalear la fe del más devoto siervo de los Dioses.

No era la curiosidad por aquello lo que me llevó frente a la estructura, sino el contenido de las plantas inferiores. En la Torre se guardaba toda la información histórica del reino. La mayor biblioteca que jamás ha existido era, sin lugar a dudas, lugar de paso obligado para la obtención de información.

—Buen día —le dije al hombre fornido que guardaba la entrada, una alta puerta de metal y madera tras la que se encontraba la gran colección de documentos que ansiaba poder consultar.

Pequé de ingenuidad al pensar que podría acceder al interior de la Torre con solo plantarme allí. Con cara de pocos amigos y dejadez en la voz, el guarda me informó de que, para entrar, necesitaba el permiso por escrito de un miembro de la Orden.

Como sabrás, la Orden está formada por los líderes del ejército. Un pequeño grupo, aunque con un inmenso poder, que solamente responde de sus acciones ante el mismísimo Gran Adalid. Resultaba una tarea imposible, a priori, conseguir que uno de ellos me autorizara a entrar. Mis opciones, por otra parte, no eran muchas; la única alternativa consistía en usar los Poderes Divinos y, si ya temía utilizarlos para cuestiones menos relevantes, introducirme en la Torre llamaría sin duda la atención de Tamiré.

Decepcionado y sin saber qué hacer a continuación, me alejé de allí y comencé un paseo sin rumbo por la ciudad, que cada vez se me antojaba más lúgubre y triste, al igual que mi ánimo. No sé cómo, pero terminé llegando a la zona menos visitada y más peligrosa de la capital: los muelles viejos. Decenas de historias había escuchado, durante el tiempo que pasé en el ejército, sobre ese lugar que siglos antes ayudó a que la ciudad alcanzara la grandeza que ahora tenía. Aun así, y a plena luz del día, aquel sitio no me inquietó. Pude ver a un par de individuos borrachos que buscaban un sitio donde descansar o, tal vez, una nueva taberna en la que seguir bebiendo. También me encontré con algunas mujeres que me ofrecieron sus favores a cambio de monedas, algo que ni podía permitirme, ni deseaba. Por último, me encontré frente a un edificio de madera, de cuyo interior salían gritos ahogados y el estrépito propio de una lucha.

No sé por qué decidí abrir la puerta e introducirme dentro. Había decenas de gradas repletas de gente que gritaba toda clase de improperios, sin dejar de mirar hacia lo que podía ser el centro del edificio. Avancé un poco, sin sentir temor ni inquietud para poder ver qué ocurría; lo que me encontré hizo que mi sangre se helara.

Sobre una especie de escenario se encontraban dos Hantings. Su sangre manchaba el suelo y a los asistentes más cercanos a ellos que, lejos de sentir repulsión, parecían enloquecidos. Los dos adversarios se observaban el uno al otro, con una mirada de odio como jamás yo hubiera visto.

—¡Vamos, mátalo! —gritó un hombre gordo a mi derecha que, acto seguido, recibió un fuerte empujón por parte de otro espectador situado a su lado.

—¡No tiene ninguna oportunidad, imbécil! —dijo ese—. Mi chico se lo va a merendar.

Aunque siguieron debatiendo sobre quién sería el vencedor en la contienda, lo que había escuchado me bastaba para darme cuenta de en qué lugar estaba, y de lo que estaba ocurriendo ante mí. Conocía historias sobre luchas similares, entre animales, que habían sido muy perseguidas por su crueldad. Ignoraba si las leyes permitían, tras las revueltas, usar a Hantings en esos espectáculos sangrientos.

Yo no lo iba a hacer.

Recuerdo los siguientes minutos más como un vago sueño que como hechos reales; mis manos se movieron, lentamente al principio, formando signos de invocación, mientras de mis labios fueron saliendo las palabras que conocía, a pesar de nunca haberlas pronunciado antes. Porque durante el Camino había hecho aparecer a un Jurla, sí, pero nunca a la criatura que se iba a materializar ahora. Quizá nadie había osado hacerlo antes.

—¡Por los Dioses! —exclamó una mujer, detrás de mí. Y sí, era por los Dioses que el muro que separa los planos se abriera de nuevo, estaba vez para dejar pasar a nuestro mundo a un ser enorme, sin piedad, cuya hambre solo podía ser saciada con carne y sangre.